Vivimos en la era del etiquetado emocional. Ya no compramos por necesidad, sino por cómo suena. Si un envase dice “orgánico”, “natural”, “artesano” o “casero”, es como si automáticamente bajáramos la guardia. Lo metemos en el carro con la conciencia tranquila, pensando que estamos cuidando nuestra salud cuando en realidad, puede que estemos llevándonos una bomba nuclear en forma de azúcar, harinas refinadas y aceites oxidados.
El marketing de los alimentos es nuestra nueva normalidad, y desgraciadamente ha aprendido a hablar nuestro idioma: El del miedo a engordar, a enfermar, a no estar “fit”, a no comer lo “limpio”. Y lo hace con etiquetas que suenan bien, que inspiran confianza pero que no significan absolutamente nada cuando hablamos de salud real.
Desde el Nutri Mortis te confirmamos que están vendiéndote la moto: Puedes estar comiéndote una galleta “eco” hecha con azúcar de caña y harina blanca, un zumo “natural” que tiene más impacto glucémico que una Coca-Cola, o la famosa “barrita vegetal” que lleva más almidón y edulcorantes que una gominola.
Y lo peor de todo: Muchas veces ni lo sospechas y menos aún lo sabes.
Así que hoy vamos a hacer limpieza. Vamos a ponernos el traje de cazamitos para desmontarlos, quitar el envoltorio bonito y mirar de frente la realidad que se esconde detrás de esas palabras que suenan tan sanas pero que te están llevando, sin saberlo, al terreno de los ultraprocesados.
¿Estás preparado para mirar con otros ojos lo que llevas años creyendo saludable? Vamos a ello.

1. Orgánico no significa sano
Orgánico solo quiere decir que no lleva pesticidas sintéticos o que los ingredientes provienen de agricultura ecológica. Pero la industria alimentaria no te habla de azúcar, harinas refinadas o aceites basura. Y sí, un ultraprocesado orgánico sigue siendo un ultraprocesado.
Ejemplos:
- Galletas orgánicas con azúcar de caña (spoiler: Sigue siendo azúcar).
- Refrescos “bio” endulzados con agave (más fructosa, más hígado graso).
- Patatas fritas ecológicas en aceite de girasol refinado (un omega-6 disfrazado).
2. Natural…sí como el arsénico
Natural es una de las palabras más usadas y manipuladas del mundo alimentario. Casi cualquier cosa puede decirse “natural” si en algún punto tuvo un ingrediente que no salió de un laboratorio (aunque haya pasado por 20 procesos después).
Ejemplos:
- Yogures “naturales” con azúcar añadido y aromas artificiales.
- Zumos industriales “100% naturales” con más azúcar que una Coca Cola.
- Snacks de fruta deshidratada con más calorías y picos glucémicos que una galleta de chocolate.
3. Vegetal no es sinónimo de saludable
Las modas son odiosas, un día está de moda el pantalón de campana y otro están los slim fit, pues en la industria alimentaria también tenemos muchas modas. Hay una moda por lo vegetal que está completamente desvirtuada. Que algo venga de una planta (el famoso «plant based») no significa que sea bueno para ti. Un ultraprocesado vegetal sigue siendo eso: Ultraprocesado.
Ejemplos:
- Salchichas veganas con 25 ingredientes, aceites refinados y almidones.
- Margarina vegetal cargada de grasas hidrogenadas y colorantes.
- Postres “plant based” hechos con azúcar, almidones y aceites refinados.
4. Artesano con conservantes
Artesano debería implicar algo hecho a mano, con mimo y sin porquerías. Pero se ha convertido en una etiqueta vacía para encarecer productos llenos de aditivos, azúcar y grasas malas.
Ejemplos:
- Panes “artesanos” hechos con harinas refinadas y mejorantes industriales.
- Galletas artesanas con margarina y toneladas de azúcar.
- Croissants “de obrador” congelados y horneados con manteca vegetal.
5. Casero no significa saludable
Hecho en casa no es sinónimo de saludable si lo que haces en casa es azúcar con harina y aceite de girasol. Muchas recetas caseras llevan ingredientes aún peores que los de supermercado.
Ejemplos:
- Bizcochos caseros con harina blanca, azúcar y aceite de girasol.
- Salsas caseras con cubitos de caldo llenos de glutamato y maltodextrina.
- Flanes caseros con leche condensada, azúcar y nata.
6. Ecológico no quiere decir funcional
El hecho de que un producto sea ecológico (sin pesticidas y con respeto ambiental) es positivo para el planeta pero no significa que sea lo que tu cuerpo necesita.
Ejemplos:
- Cereales ecológicos repletos de azúcar y harinas refinadas.
- Helados bio con sirope de agave y aceites vegetales.
- Barritas ecológicas de dátil con arroz inflado y chocolate.
🎯Conclusión
Hay que dejar de comer etiquetas y empezar a comer comida real.
No importa si es ecológico, natural o vegetal, si está cargado de azúcar, harinas refinadas o aceites de mala calidad, sigue siendo inflamatorio y te arrastra al terreno de Nutri Mortis.
Las decisiones que tomas en el supermercado tienen más poder que muchas de las pastillas que luego te recetan.
Así que la próxima vez que veas “bio”, “casero” o “artesano”, no te emociones. Lee la etiqueta, mira los ingredientes… y si aún tienes dudas: Pregunta si tu abuela lo habría reconocido como comida.